«Nacido con un temperamento ardiente y vivaz, afecto a las diversiones sociales, me vi obligado a aislarme, a vivir en la soledad, tratando de olvidarme de todo esto.»

     «Todos debemos abandonar los prejuicios y hasta frecuentar las diversas iglesias y mezquitas, pues en todos estos lugares de adoración se menciona el nombre de Dios. Ya que todos se reúnen a fin de adorar a Dios. ¿Qué diferencia hay?»

    «No hay regla que no se pueda romper a causa de aquello que es más bello.»

    «No reconozco otro signo de superioridad que la bondad.»

     «Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo. El silencio es virtud de pocos.»

    «Me apoderaré del destino agarrándolo por el cuello. No me dominará.»

    «La experiencia de estas cosas me puso pronto al borde de la desesperación y poco faltó para que yo mismo hubiese puesto fin a mi vida. Sólo el arte me ha detenido. ¡Ah! Me parecía imposible abandonar este mundo antes de haber realizado todo lo que me siento obligado a realizar».

    «Esto solamente puede decirse con el piano.» 

    «Hacer felices a otros hombres: no hay nada mejor ni más bello.»

    «Hay momentos en que me parece que el lenguaje no sirve todavía absolutamente para nada.»

    «Quien comprenda realmente mi música por eso mismo debe sentirse libre de todo el sufrimiento que el resto de los seres humanos soporta.»

    «¡Actúa en vez de suplicar! ¡Sacrifícate sin esperanza de gloria ni recompensa! Si quieres conocer los milagros, hazlos tú antes. Sólo así podrá cumplirse tu peculiar destino.»

     Se suele decir que el desarrollo progresivo de su sordera y, como consecuencia, su retirada de la vida pública y de los ambientes musicales de su Bonn natal y de Viena, además de relegar su actividad como pianista a un segundo plano y obligarle a concentrarse más en la tarea de la composición, le facilitó el aislamiento y la frustración necesarios para dar uno de los pasos más gigantescos en la evolución de los estilos musicales. Cuando se «sabía» con seguridad que Mozart y Haydn habían llevado la música a sus más altas cotas de perfeccionamiento, este hombre provocó, prácticamente solo, los cambios necesarios para que las nuevas corrientes intelectuales tuvieran su respaldo también en la música y los siguientes compositores del romanticismo tuviesen los cimientos sobre los que construir sus obras.

    A nuestros oídos del s.XXI no les resultan exageradas ni violentas sus innovaciones. Algunas más bien, ingenuas. Nos quedamos con los temas de obras emblemáticas como la Quinta y Novena sinfonías, el «Para Elisa», el «Claro de Luna», el «Septimino» («Érase una Vez el Hombre»), o «La Marcha Turca» de «Las Ruinas de Atenas» («El Chavo del Ocho»), obras que ya en su época, muchas de ellas, tuvieron gran acogida por parte de crítica y público.

    Pero los cambios fundamentales los produjeron principalmente obras que no fueron entendidas ni aplaudidas en su momento, que le valieron insultos y burlas del tipo: «¿Cómo va a componer si se ha quedado sordo?» Esa sordera, en la opinión general, se considera el desencadenante de la producción de sus más revolucionarias e influyentes obras.

    Pues bien, decir que la sordera fue la que favoreció esa revolución, aparte de cruel, creo que es injusto y subestima su capacidad y personalidad creadoras. Siempre hay que buscar alguna anécdota o un hecho exterior que justifique algo que escapa a nuestro entendimiento. ¡Qué cojones!, si no se hubiera quedado sordo hubiera sido probablemente mucho más revolucionario, hubiera escrito más cantidad  de obras, de más calidad, y no hubiera hecho tan titánico esfuerzo en imaginar mentalmente el resultado armónico y tímbrico de sus composiciones, especialmente de las más transgresoras.

Qué manía con quitarle el mérito a la gente, ¡¡¡CARAJO!!!

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