dvorak

Cuando sales de la estación de metro «Muzeum» y das de frente con la Václavské Náměstí, una avenida relativamente moderna para estar en el centro de Praga, sientes una especie de cosquilleo en el cogote, y desde el rabillo del ojo izquierdo al del derecho, notas una especie de sombra grande a tu espalda. Al ser igual por los dos lados, tu curiosidad aumenta a cada escalón que subes para salir del metro. Llegas a la calle, te das la vuelta y recibes la primera gran bofetada de tu estancia en la capital checa: el Museo Nacional «Národní». Tras dos días y medio en la ciudad, tu cara de gilipollas va en aumento hasta llegar a un punto que jamás imaginarías en un tío tan «resuelto» como tú. Simplemente te rindes. Y te encanta rendirte.

En la tarde del viernes, Silvia se empeñó en que fuésemos a la ópera: «¿Vamos a la ópera, amor?»; «Podríamos ir a la ópera»; «¿Por qué no vamos a la ópera?»; «La verdad es que sería una pena no haber ido a la ópera de Praga»; «¡Vamos a la ópera!»; «¡¡Vamos a la ópera!!»; «¡¡¡Vamos a la ópera, Willy!!!»; «¡¡¡¡VAMOS A LA ÓPERA, GUILLERMO!!!!», a lo que no me quedó más remedio que acceder obediente y resignadamente. Lo que hace el amor. Todo por ella. No es que YO QUISIERA IR. Más bien era cosa de ella. Que conste. Aclarado. (Tengo la impresión de que todavía alguien no me cree). Sigamos. Como pict0065no podía ser menos, la complací con la ópera del checo Antonín Dvořák«Rusalka», en la Ópera Estatal «Státní». Y disfrutando de la arquitectura y la acústica del teatro por un lado, y de la belleza «ultrarromántica» de la música por otro, me imaginaba a los compositores bohemios en confabulación con la ciudad para enamorar a parejas de todas partes del mundo, durante años, décadas, siglos…

El entorno no es para menos. Podría intentar estrujarme el coco para expresarlo con palabras más o menos bien redactadas, intentando desarrollar un texto con buen ritmo, con detalladas y poéticas descripciones… Sería estropearlo. Esta ciudad se merece algo mejor. Se merece que vayas, solo o en pareja, pero sin niños (ni perro), abusando de los abuelos, que para eso están.

Cómo afecta el entorno a nuestro carácter no es un tema que pueda tratar con fundamento, simplemente me puedo dejar llevar para imaginarme a esta gente trabajando en sus obras permitiendo que su pluma absorbiese junto con la tinta el ambiente y el aire frío de esta tierra que ha visto crecer a Kafka, Milan Kundera, Jan Neruda… ¿Será casualidad?

ms-00094-cbedrich-smetana-posters1Paseando por el puente de Carlos y viendo de refilón, a la izquierda según se viene desde el centro, el Museo de Smetana y su escultura, mirando triste y eternamente al río Moldava, su Moldava, no podía dejar de pensar en los últimos años del compositor, acuciado por la sordera e ingresado en un hospital psiquiátrico hasta su muerte. En realidad él estaría allí, sentado como su escultura delante de su río, mientras su mente deliraba en vete tú a saber qué. De regreso de la visita obligada al Castillo y la Catedral de San Vito (muy chulos, la verdad), quise hacerme alguna foto con este hombre, más que nada para hacerle un poco de compañía. Ya anochecía y el flash de la cámara no salía. Estuve un rato hasta poder hacerme la foto. Mi nariz se me hinchó, roja, y Silvia se reía. Qué poco respeto.

No teniendo suficiente con la noche de ópera dvořákiana para satisfacer el insaciable hambre musical de mi señora esposa, tuve que llevarla al dia siguiente al Museo de la Música, cercano al de Smetana, pero al otro lado del río, bajando por la calle Karmelitská unos cien metros desde el puente de Carlos. Menos mal que estaba cerca. Tanto sacrificarme por ella… Allí pudo deleitarse con gran cantidad de instrumentos antiguos de cuerda, viento y teclado y con las experimentaciones con cuartos de tono del también checo Alois Hába.

mozart-clavierLo que no sabía es que, además de gilipollas, también se me podía quedar cara de auténtico «frikardo» al poder toquetear el fortepiano al cuál se sentó Mozart en su estancia en Praga en 1787. Aunque tapado por una protección de metacrilato, el teclado tenía un pequeño acceso lateral por el cual pude pasar el dedo meñique y TOCARLO. ¡¡¡Aaaaarrrrggg…!!!. Qué gustito. Como podéis imaginar, todavía no me he lavado el dedo.

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