guitarraBilly pensaba que simplemente bastaba con hacer las cosas bien.

Cuando dejó su trabajo para recorrer el país con lo puesto, su guitarra y el viejo «Pulgas», pensaba que su vida recuperaba aliento, que volvía a tomar las riendas y no se dejaba llevar como los demás.

En un principio pensó que denunciar prácticas irregulares en su compañía era lo correcto. La idea de su marcha, que rondaba desde hacía algunos meses por su cabeza, sobre todo desde que empezó a pensar que perdía fuelle, que ya no se recuperaba tan rápido de una noche de juerga, de dormir poco entre semana o simplemente de jugar un partido de béisbol con sus amigos de universidad, se vió reforzada tras la reunión con los abogados de su compañía, en la que le quedó claro que no podría demostrar nada sin violar el secreto profesional y que incurriría en un delito grave. Y eso tampoco era correcto.

Cathy no estaba dispuesta a aceptar el cambio que él le proponía: empezar de nuevo, como cuando se conocieron, perder la estabilidad tras tantos años de esfuerzo a cambio de un poco de independencia. Un poco de hambre a cambio de sentirse íntegro. No le sorprendió.

chocolate

Tampoco le pareció correcto luchar por el reparto de bienes. No quiso rebajarse a regatear por un puñado de cosas. Cathy se empeñó en llegar a un acuerdo, no aprovecharse de la situación, pero él no dió su brazo a torcer. Quería, como siempre, darle una lección moral. A ella y a todo el mundo.

Orgulloso, se despidió uno por uno de sus amigos y familiares, conocidos y vecinos, con unos vaqueros intencionadamente gastados y la chupa de cuero de cuando la universidad, recalcando que «Pulgas» era el único que le entendía, que los animales eran más nobles que las personas. Que ahora sería libre.

Cuando las ampollas y la mierda empezaban a ser insoportables, se consolaba pensando que seguirían hablando de él en la hora del desayuno en la oficina… meses después de irse. Pensarían: «Qué suerte, él sí es alguien íntegro, haciendo lo que siempre ha querido: asaltar conciencias acomodadas con las viejas canciones de Dylan, Baez, Guthrie, Seeger…»

CarreteraCuando una noche se despertó por la fuerte comezón y el viejo «Pulgas» giró la cabeza para lamerle las manos, el bueno de Billy le dió una patada lanzándolo a media calle, sin preocuparse por si pasaban coches o no. No tenía dinero para veterinarios y estaba en contra de las perreras, así que decidió sacrificarlo él mismo.

Caminando sólo por una carretera secundaria pensó que ya era hora de volver a tomar las riendas de su vida, de recuperar el aliento, haciendo lo que mejor sabía, lo que siempre había hecho. «Al fin y al cabo, para que todo esto siga funcionando -pensó- alguien tiene que hacer el trabajo sucio. Alguien tiene que levantar el país». La Tierra Prometida.

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